De niño me atemorizaron con los visitantes. Mi madre y mi abuela siempre reservaban un rato para rebuscar entre mis ideas a aquellos enigmáticos seres. La rutina solo se alargaba si a mí se me ocurría rascarme en demasía la sesera. Entonces el escrutinio se volvía aburrido e interminable. De aquellos ratos inmovilizado, estimulado por un incesante masaje capilar, aprendí un axioma cinegético: cuesta menos cazar una liebre que una liendre.En una época donde triunfa lo audiovisual y el tiempo es un bien escaso, los microrrelatos actualizan la tradición del cuento y ofrecen grandes historias en sólo unos segundos de lectura. En estos tiempos de escasez de tiempo, algunos optamos por la brevedad como forma de expresión, aunque las palabras justas de las historias breves requieran amor desmedido por la concisión.
11 noviembre 2011
Visitantes
De niño me atemorizaron con los visitantes. Mi madre y mi abuela siempre reservaban un rato para rebuscar entre mis ideas a aquellos enigmáticos seres. La rutina solo se alargaba si a mí se me ocurría rascarme en demasía la sesera. Entonces el escrutinio se volvía aburrido e interminable. De aquellos ratos inmovilizado, estimulado por un incesante masaje capilar, aprendí un axioma cinegético: cuesta menos cazar una liebre que una liendre.
¿Alguien conoce a los visitantes?
ResponderEliminarTotalmente, los piojos en la niñez son lo peor...
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