Sin novedad en el frente, mi capitán. Todo marcha según lo previsto. Las líneas enemigas se mantienen y nuestras defensas no han sufrido bajas. Todo está en calma. Desde hace días apenas hay escaramuzas y las temperaturas han empezado a bajar. Creemos que enfrente empieza a escasear la comida y la leña. No encienden hogueras. Ahorran munición. No responden a nuestras provocaciones. Los tenemos. Además, ¿no escucha llegar a la aviación? (el capitán levanta entonces la cabeza y corre hacia el bosque).En una época donde triunfa lo audiovisual y el tiempo es un bien escaso, los microrrelatos actualizan la tradición del cuento y ofrecen grandes historias en sólo unos segundos de lectura. En estos tiempos de escasez de tiempo, algunos optamos por la brevedad como forma de expresión, aunque las palabras justas de las historias breves requieran amor desmedido por la concisión.
03 febrero 2012
En el frente
Sin novedad en el frente, mi capitán. Todo marcha según lo previsto. Las líneas enemigas se mantienen y nuestras defensas no han sufrido bajas. Todo está en calma. Desde hace días apenas hay escaramuzas y las temperaturas han empezado a bajar. Creemos que enfrente empieza a escasear la comida y la leña. No encienden hogueras. Ahorran munición. No responden a nuestras provocaciones. Los tenemos. Además, ¿no escucha llegar a la aviación? (el capitán levanta entonces la cabeza y corre hacia el bosque).
Que corra que llega la fiesta!!!
ResponderEliminarUn poco de humor en el frente :)
ResponderEliminarBuen micro.
¡Saludos!
jajajajaja, buenísimo xDD
ResponderEliminarMás que morir, morir solo
ResponderEliminarQuedé clavado en el barro entre trinchera y trinchera, atrapado junto a mis compañeros más desafortunados. Incapaz de moverme, gasté toda la munición de mi fusil, sin acertar, al soldado que, vociferando, se abalanzaba sobre mí. Mientras a su vez se hundía él también en el cenagal, sin darse cuenta de su propia perdición, tan obcecado estaba en matarme como mi enemigo que era, clavaba en mi pecho su bayoneta, y yo, indefenso y vencido, padecí un terror mayor que el que se siente ante la muerte. Sin un dios al que encomendarme, que jamás creí en ninguno, enloquecí al no poder acordarme de cómo se llamaba mi esposa. Moriría solo en una tumba que ni era tumba ni era nada salvo barro y sangre, sin tan siquiera su nombre entre mis labios. Eso es más que morir, morir solo.