23 abril 2007

Relatividad

Apostado junto al muro, con la pistola abrazada al pecho, sentía su respiración como un estruendo en mitad de la noche callada. Miró entre el seto del jardín y vio la luz de la sala encendida. Un sofá de cuero, estanterías con algunos libros y mucho elemento decorativo, una mesa étnica, un adelantado reloj de pared que marcaba las 2:00 cuando se vivía a la una menos cuarto, un jarrón chino o japonés y varios cuadros de diseño malo. Una sombra se movió. Era la de su culpable. Huido desde hacía meses. Esquivo, orgulloso y sin arrepentimiento. Desde afuera quería hacer bien su trabajo, asegurar el éxito y volver ante sus jefes con la cabeza bien alta. No había tiempo de esperar a los demás, no podía dar otra oportunidad de fuga. Pronto estaba de pie en el jardín, mirando el ventanal, inmóvil cuando su culpable fijó la mirada en el exterior oscuro. No podía fallar y disparó, precipitadamente, cuatro tiros a través del cristal. Al final, con el muerto en el nicho, le dijeron que había hecho un buen trabajo. Contundente y algo excesivo, pero bueno al fin. Relativamente bueno. Lástima que en el jardín hubiera un sicario y en la sala de estar muriera un testigo protegido.

16 abril 2007

Sí, juro


¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? El silencio colonizó hasta el último rincón de la sala y el testigo, cabizbajo, reparó en la suciedad de las puntas de sus zapatos. El público miraba su nuca y compartía gestos callados. Su señoría aguardaba paciente, mientras el fiscal se rescaba con disimulo la pierna y los abogados trataban de ocultar, sin éxito, su impaciencia letrada. El "sí, juro" retumbó solemne, acalló los murmullos y apaciguó las pulsaciones de los nerviosos implicados. Los ojos del tesigo se clavaron en las gafas del juez y, en apenas una hora, contestó a todas las preguntas sin titubeos. Como sólo saben hacer los buenos mentirosos.

02 abril 2007

Piso 103

Llegas a la oficina directamente de la discoteca. Estás sudando, sientes como tu corazón bombea a destajo y miras a tu alrededor aturdido y confuso, como si todos los seres y las cosas que ves formaran parte de otra película. Sentado frente al ordenador, todas las drogas que tomaste anoche te impiden resucitar como broker. Estás nervioso y tratas de no mirar a ninguno de tus compañeros de Cantor Fitzgerald. La música y los focos de la discoteca se te aparecen a ráfagas entre el sonido de las teclas y los teléfonos. Una gota de sudor cae por tu sien, buscas refugio en la ventana del piso 103 y ves venir un Boeing 767. Apartas la vista enseguida y juras que mañana, día 12 de septiembre, vas a dejar las drogas. Nunca te hizo falta.