25 junio 2010

Obrigado

De todos los nombres, me quedo con José. Ni Caín ni Ricardo Reis ni Francisco de Asís. Me quedo con José el de este mundo y del otro. El de la noche, los viajes, las historias y los cuadernos. El que ensayó la lucidez y la ceguera. El que navegó en una balsa de piedra, con el equipaje del viajante, en busca de una isla desconocida. El que caminó a veces levantado del suelo, pero jamás in nómine Dei. Al hombre duplicado que no salió de una caverna ni del memorial de un convento ni del evangelio según Jesucristo. A aquel conejero de Azinhaga y portugués de Tías con quien no cabe preguntarse ¿qué haré con este libro? Y aunque no pudiera esquivar las intermitencias de la muerte, es obligado decirle obrigado. Porque permanecerá para siempre en las pequeñas memorias de tantos. Tallado en piedra de Luna. Sembrando para la eternidad probablemente alegría.

18 junio 2010

Como sea

No sé qué más contarte para convencerte de que la vida es maravillosa. Mira el cielo. Esa nube. Ese pájaro. Escucha el mar. Siente el viento. Acaricia la hierba. Huele la tierra húmeda. Ya sé que es difícil, pero respira un poco más fuerte. Convéncete de que vale la pena. Haz un esfuerzo. Abre los ojos, aprieta los dientes y camina. Olvida todo lo que te paraliza: el frío, el miedo, la desilusión. Tienes mi mano. Tenemos que seguir, como sea, pero levántate de la cama, mamá.

11 junio 2010

El núcleo

El profesor Lindenbrock, Axel y Hans Bjelke se han quitado la vida. Los cuerpos aparecieron despeñados en una ladera del volcán Sneffels. Cuentan las crónicas islandesas que todo ocurrió después de que decidieran reemprender su histórico viaje en el siglo XXI. Lo consiguieron, pero no pudieron soportar su nuevo descubrimiento: en el centro de la Tierra hay un centro comercial.

04 junio 2010

B-613

Aquel día erupcionó un volcán en mi jardín. Vino precedido de leves movimientos sísmicos hasta que se manifestó de forma violenta con una andanada de piroclastos, una columna de dos metros de cenizas y un pequeño hilo de lava que bajó por la rampa del garaje. Mi mujer ya estaba llamando al seguro de hogar cuando vi a un extraordinario hombrecito rubio que me miraba gravemente. Antes de irse, sólo me dijo: “Nunca se sabe lo que puede ocurrir”. Desde entonces, no he dejado de buscar baobabs por toda la casa.