Salió un día de un lugar cálido y cercano y ahora lucha cada noche por regresar, al menos en parte, a algún barranco acogedor que le resulte vagamente familiar; a alguno de esos despeñaderos que le recuerden los precipicios húmedos de su origen. Las noches en que no logra su objetivo, opta entre reencontrarse con otras cinco partes de sí mismo o cruzar la frontera, pagar el canon y recorrer con los ojos cerrados alguna de esas gargantas sin nombre que surgen en pleno corazón de las ciudades.
30 marzo 2007
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