La vida sigue normal. Conduces escuchando la radio, te enfadas con el tipo que no pone el intermitente, peleas con el aire acondicionado y miras distraída por la ventanilla. La vida sigue como si nada. No encuentras aparcamiento, llegas tarde al trabajo y tu jefe te acosa con órdenes absurdas sólo para recordar que en la oficina existe la autoridad. La vida sigue cansina. Te tomas un cortado horrible en la máquina de siempre. Miras el reloj mil veces. Revisas el móvil por si él, como casi siempre, te ha mandado un mensaje de amor. Y esperas que sean las seis, también como siempre, para correr despacio de regreso a casa. La vida sigue, para ti, tan cotidiana como en enero, marzo o junio. Ignoras que todo va a cambiar en cuestión de unos segundos. Que el acero será de barro, que la roca será de pan. Que todo se transformará en nada cuando suene el móvil y una voz entrecortada te diga, con unas palabras que jamás olvidarás, que él acaba de morir.
30 marzo 2007
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