Vivo acostado en una especie de estudio minúsculo. Apenas puedo incorporarme unos 30 grados. Mis pies y mi cabeza gozan de una autonomía reducida: 10 centímetros por abajo y 10 centímetros por arriba. No tengo baño ni cocina. Ni siquiera una mísera barra americana sin mujeres. Mi vivienda se limita a un rectángulo hecho casi a la medida. Eso sí, es mullido, cálido y tranquilo, extremadamente tranquilo. No tengo ni una queja de los vecinos. Lamento que esté mal iluminado y que su ventilación sea prácticamente nula. Es todo interior. No hay teléfono, electrodomésticos, enchufes o tomas para la antena de televisión. Carezco de armarios y, según mis cálculos, esta vivienda no supera el metro cuadrado. Llevo casi siete meses sin pagar hipoteca ni agua ni luz ni basura ni contribución urbana... Cada día estoy más convencido de que me han vendido un nicho.
30 marzo 2007
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