Todos te saludan por la calle y te llaman por tu nombre de pila como si fueras de su familia. Los niños, las mujeres y los viejos te sonríen ilusionados como quién ha visto a una estrella terrenal. En los bares, siempre alguien te ha pagado ya la consumición cuando pides la cuenta. En las tiendas, los dueños te reservan su mejor descuento. Tus vecinos te adoran y sabes que pondrían la mano en las brasas por ti. Cada cuatro años te votan en masa, pero día a día te revalidan y te empujan con mil palmadas en la espalda que suenan como aplausos. Eres el político más popular y valorado. Y sólo tú sabes que, además, eres un corrupto.
08 septiembre 2007
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