No puede ser, piensa mientras remira el billete supuestamente premiado. El seis, el cuatro, el seis, el seis y el seis. Sesenta y cuatro mil seiscientos sesenta y seis. Podría ser rico, o no; podría salir brindando en la tele, o no. El número impreso es, pero internet y el teletexto podrían equivocarse. No quiere saltar ni exteriorizar una alegría que podría no tener sentido. Sólo mira y remira el décimo. Mira y remira la pantalla. No se lo cree, pero su suerte ha cambiado. Es el mismo número y es el primer premio: le ha tocado. Cuando se convence de su fortuna, abre la puerta de casa eufórico y sale sin mirar. El camionero sólo escucha un golpe seco y ve un décimo volar.
04 enero 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario