Pasa ocho horas al día frente a una pantalla de ordenador, sin parar de pulsar teclas y letras. Apenas levanta la mirada una decena de veces en su jornada laboral para observar la coronilla de su compañero más cercano. Ella debe tener entre 30 y 35 años, es de estatura media, complexión delgada y perturbadores ojos verdes. No fuma, pero le gusta el café. No conduce, pero le gustaría. Quería vivir sola, pero ahora preferiría tener más compañía que la televisión digital terrestre. Pasa ocho horas al día frente a ese hombre de su edad, estatura media, complexión delgada y perturbadores ojos negros. No se conocen, pero le gusta. No han hablado nunca, pero le gustaría. De hoy no pasa. A las tres de la tarde, cuando se crucen en el pasillo, va a preguntarle cómo se llama.
14 marzo 2008
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