Las férreas autoridades de este país ampliaron sus poderes absolutos desde la política hasta la moral pública y privada. En su afán por controlar todo y a todos se lanzaron a legislar sobre lo mínimo y lo máximo. En diez años, el número de leyes, casi todas plagadas de prohibiciones, creció al insostenible ritmo que evoca la propaganda gubernamental: “Un día, una ley”. Hoy, en la solemne alocución semanal del Presidente Supremo en la Plaza de la Decencia Nacional, se anunció una nueva legislación: la Ley de Seriedad y Buena Conducta. Un texto que, entre otras cosas, prohíbe el buen humor público y privado, y castiga, con penas de cárcel, la risa en la vía pública. El pueblo, harto, contestó el anuncio con una revolución espontánea y derrocó al Gobierno con una multitudinaria carcajada.
27 marzo 2008
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