Buscando los versos perfectos, el poeta garabateaba sin cesar las hojas de centenares de cuadernos. Ocupaba veinte horas de sus días pariendo poemas mediocres y reservaba apenas unos minutos al aseo o la comida, apenas tres o cuatro horas al sueño obligado. En la madrugada en que la métrica, la rima y el ritmo encontraron la perfecta armonía y los versos fluyeron bellos como el arroyo de la montaña, el poeta suspiró aliviado. Aquel poema perfecto merecía un final trágico. Con las primeras luces entrando por la ventana del presidio, el poeta ató una sábana y perpetró un prosaico suicidio.
30 noviembre 2007
27 noviembre 2007
Pobre feliz
El joven ejecutivo viajó en avión privado desde New York a Sydney. Dos escalas y 24 horas de vuelo sin soltar de la mano el maletín que contenía el anticipo de los 5.000 millones de dólares de aquella oferta irrechazable. Desde la capital australiana fueron 15 horas por carretera hasta Kakadu. Miles de kilómetros para una misión que no entrañaba, a ojos del joven economista, más dificultad que la distancia. Cuando tocó en la puerta de la humilde casa no pudo evitar imaginar las mansiones que construiría aquel desgraciado con los miles de millones que valían sus tierras con corazón de uranio. De vuelta a New York, con el maletín tan repleto como a la ida, el joven pasó 24 horas repitiendo incrédulo y confuso la frase de aquel pobre feliz, satisfecho por conservar intactos los páramos de sus antepasados: "No, gracias. No necesito el dinero".
18 noviembre 2007
Majestad
El Rey, indignado, me mandó a callar en plena audiencia. Todos los consejeros, asesores, políticos y nobles adulones clavaron entonces sus ojos en mí, con una expresión general que oscilaba entre la reprobación y la compasión. Durante unos segundos mantuve la mirada fija en el monarca, cuyo rostro había pasado del tono blanco burgués al rojo rabia real. Yo sabía lo que significaba aquella llamada al silencio y, por eso, aprovechando mis últimos segundos de libertad, concluí la osadía que me llevaría a la celda:
-Majestad, mal podrá reinar quien prefiere el silencio a la verdad.
08 noviembre 2007
Llama tú
¿Por qué no me llamas? ¿Por qué no me llamas ahora, a las 11:05, como siempre has hecho en los últimos diez años? ¿Dónde diablos te has metido? Sabes que me pongo nervioso si no me llamas, que necesito saber dónde estás en cada momento. Y tú ahí… sin llamar… a saber con quién andarás, con algún cerdo de tu empresa. Y yo aquí, en casa, como un idiota. Si es que debería irte a buscar porque eres una zorra, te lo debes estar montando con alguien en la oficina. Maldita perra, cuando llegues a casa verás… (suena el móvil).
-¿Sí? hola, preciosa, ¿sabes que no puedo vivir sin ti?.
07 noviembre 2007
Libros ardientes
Las hojas de libro se mecen ardientes en el aire. Mientras vuelan, las letras de cada página se funden a negro antes de desintegrarse para todos, para siempre. El baile de papeles blan cos, fuego y ceniza se eleva apenas unos metros, difunde su olor y cubre el suelo con frases mutiladas. Las palabras supervivientes se reparten por la calle huérfanas de sentido. Así ardían los libros en la hoguera del dogmatismo y la fe sin tolerancia. Así arden, y así vuelan ahora, los libros tras las bombas de los nuevos inquisidores.
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