18 junio 2008

Aeropuerto

Es la segunda vez que escuchas tu nombre por megafonía. La voz dulce repite: último aviso para el pasajero Antonio Segovia Armas. Ese eres tú, desde siempre, el mismo Antonio Segovia Armas del colegio salesiano, de las categorías inferiores del CD Rápido, del Instituto Cervantes, de la Mutua de Accidentes y del Consejo de Administración de Heather S.A. Te llaman, como cuando pasaban lista, pero esta vez no podrás ir. Vas a perder tu avión. Ese apretón llegó en pésimo momento. Sentado en la taza de ese baño de aeropuerto, escuchas repetir tu nombre. Vas a perder tu avión, pero no sólo eso. Y lo sabes desde que sentiste esa punzada en el pecho. Cuando te dolió el brazo izquierdo, te despediste del vuelo UX034. Y no sólo de eso.

Contrato fijo

Hijo, quiero que sepas que, a pesar de la distancia, no te olvido. Disculpame por no llamar más a menudo, pero las comunicaciones aquí son bastante difíciles. Confío en que te encuentres bien, sigas estudiando mucho y estés haciendo mucho caso a mamá. Yo sigo como siempre, trabajando mucho y tratando de ahorrar ese dinerito para irlos a visitar lo más pronto posible. Por acá las cosas siguen más o menos igual de duras. Esto está bravo, como nos gusta decir, pero yo no pierdo el ánimo. Como te dije, trabajo en una empresa española bastante grande que se llama Tenerife II. Aquí hay más de mil empleados. Pese a todo, el otro día me surgió una oferta mejor después de un roce violento con un compañero. Los jefes me han ofrecido cuatro años más de contrato fijo, pero con otra empresa nueva que, si no me equivoco, se llama algo así como El Salto del Negro. ¿Qué casualidad, no?

El paso

¿Cómo podría explicarte que el siguiente no es un paso más? ¿Cómo hacerte entender la trascendencia de ese breve gesto? Parece poco, algo normal, un uso social, un hecho mediano... Sin embargo, lo que tenemos entre manos y pies, no es cosa baladí. No encuentro las palabras adecuadas que me permitan salir indemne de los desfiladeros de la cursilería, pero siento la necesidad de explicar, aunque sea ñoño, que éste, el nuestro, no es un paso más. Hartos estamos de escuchar historias de conflictos y fracasos, pero, ¿qué sería la vida sin el riesgo? Lo más fácil sería quedarnos donde estamos, a esperar, a verlas venir. Sin embargo, nos vamos a mover. Vamos a dar un paso. Ahí delante nos espera el resto de nuestra vida. Suerte, compañera.